Kmina: las primeras muletas que no causan dolor ya están aquí

Las muletas, tal y como las conocemos, han permanecido 4.000 años sin apenas experimentar una evolución relevante. Dos españoles se dieron cuenta e inventaron Kmina: unas muletas que, gracias a su diseño innovador, evitan dolor y lesiones en manos, muñecas y hombros. La re-evolución ya está aquí.

Si alguna vez has llevado muletas, sabrás de qué estamos hablando: dolor en las palmas de las manos y el clásico esparadrapo para intentar paliarlo. Tras una experiencia de este tipo, Ignacio Mañero, licenciado en Ingeniería Mecánica, se propuso diseñar un modelo de muletas que solventase este problema. Lo mejor es que, en el proceso de creación, descubrió que las que usamos en pleno siglo XXI no han cambiado prácticamente desde el antiguo Egipto.

El proyecto atrajo la atención del doctor Jaime Usabiaga, ex jefe del servicio de traumatología y cirugía ortopédica del hospital de San Sebastián, quien se unió a la investigación y el desarrollo de Kmina tras años y años escuchando quejas de pacientes sobre las muletas convencionales.

Mañero, Usubiaga y el consultor Alejandro Vañó, desarrollaron el prototipo, lo probaron con distintos usuarios e introdujeron numerosas mejoras, dando como resultado un producto tan innovador que está atrayendo la atención de medios de comunicación nacionales e internacionales. Finalmente, el proyecto recibió el Premio I+D+i accésit Dependencia y Sociedad 2016, consiguiendo así el reconocimiento en el campo de la Dependencia en España.

Las claves: la amortiguación y una mejor distribución del peso

El éxito del proyecto reside, principalmente, en dos factores:

• En las muletas tradicionales, el peso del cuerpo se transmite a la muñeca y la mano linealmente; en el caso de Kmina, esta carga se distribuye, además, en la totalidad del antebrazo. Esto se consigue a través del apoyo inclinado del antebrazo

• Su sistema de amortiguación, basado en la elasticidad de los materiales y en una estructura curva, aligera el efecto de carga, absorbe parte de la energía en el apoyo y, a continuación, la utiliza como motor de la deambulación.

El resultado: adiós a las lesiones en manos y muñecas, una mayor estabilidad y mayor equilibrio al caminar más erguido, un desplazamiento más ágil y la disminución del gasto energético en el usuario.

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